Cicloturismo por Las Hurdes | Parte 2

14.05.2017

Sueña la alarma en el camping de Riomalo de Abajo a eso de las 09.00 h del viernes 14 de abril, arropado hasta las cejas con el saco de pluma barato que nada abriga, tan solo tengo un agujero para respirar, el resto del cuerpo está tiritando intentando calentarse. He pasado una noche muy fría, la tienda condensó por dentro y, error mío, no me llevé ropa de abrigo. Consejo, los sacos de pluma, de 30 euros hacia arriba y guardarlos siempre abiertos, nunca en su funda de viaje, ya que sino no funciona.

Poco a poco el sol calienta la tienda y me animo a salir, lavarme la cara, desayunar y recoger todo aquello, ¡tengo que comenzar la segunda etapa! Después de tomarme mi batido de chocolate con galletas, me visto de ciclista y recojo la tienda, la ropa y la comida en las alforjas.

Comienzo a ascender por la carretera dirección Las Mestas, primer pueblo de la subida. Una carretera en muy buenas condiciones y suficiente arcén para que los coches te puedan adelantar con seguridad.

Llego a Las Mestas y había procesión, una fila de unos 15 coches esperando a que pasara el paso de la virgen, con unos 30 vecinos siguiendo la figura. Unas casas muy bonitas en este pueblo.

Llego a Cabezo después de subir por una carretera ya en peor estado, revirada y con unas curvas de 180 grados espectaculares, muy tranquila y con el pavimento algo inestable, era como rodar por un suelo de piedras sueltas. En este pueblo hay multitud de cajas de abejas, el negocio de la apicultura es importante en esta región.

Una vez pasado Cabezo, el siguiente pueblo al que llego es Ladrillar, aparentemente mucho más poblado que Cabezo, también con más desnivel. Una vez lo paso, me paro en un mirador a contemplar lo bello del valle que voy dejando a mis espaldas, realmente espectacular.

Como ha sido mi primer viaje en bicicleta, tengo que decir que es el mejor vehículo para conocer de cerca todos los rincones por donde pasas, te permite parar en cualquier sitio, visualizar el entorno y alegrar la vista con paisajes que de otro modo sólo los verías brevemente.

Ya algo cansado por el calor y el desnivel acumulado, llego a la alquería de Riomalo de Arriba, un pueblo escondido en el fondo del valle y desde donde nace, muy cerca, el Rio Ladrillar. Con unos 70 habitantes, el pueblo es en su mayoría de casas de piedra, con numerosas higueras y ricas fuentes de agua, que me dieron la vida en ese momento. El pueblo parece poco ocupado, pero en una de las fuentes, justo antes de empezar a subir, me encuentro con una pareja cicloturista, que iba haciendo la misma ruta que yo. Les pregunto sus planes y quedamos en ir juntos un rato, pero ellos iban a subir por la pista original del track, una pista de tierra que terminaba en la cima. Yo, cansado que iba y con el trasero con momentos mejores, decido subir por el asfalto. Una subida muy dura, por el calor, por el peso y por el desnivel acumulado.

Me paro en numerosas ocasiones a poner el trípode, colocar la cámara y hacer una pasada para grabar la experiencia. En realidad ya llevo haciéndolo varias veces en las dos rutas, pero cada vez me cuesta más llegar, poner la cámara, bajar, pasar para grabar, volver a bajar, recoger la cámara, y volver a subir para avanzar.

Durante la subida me anima un ciclista con una bicicleta de carretera, que me comenta que ya queda poco para la cima. También me adelanta una auto caravana que me sirve de referencia para ver cuánto me queda.

Por fin veo la cresta, a unos 1130 metros, miro hacia al lado y diviso el valle a mis pies, a la derecha, Riomalo de Arriba, Ladrillar y de gorro de la sierra, La Peña de Francia, con sus 1700 metros sobre el nivel del mar, no puedo resistir y me emociono, ¡llegar hasta allí con tus propios medios no tiene mejor recompensa que esas maravillosas vistas!

Antes de bajar dirección el valle que comienza en Casares de las Hurdes, me subo a un mirador y comienzo a preparar la comida. Ya son las 14.30 y ¡es hora de cargar el depósito!

Allí me encontré con una familia Salmantina, que estaban pasando la semana santa en Asegur con unos familiares. Disfrutamos de una interesante charla sobre el lugar.

Después de reposar, me coloco el cortavientos/chubasquero y comienzo el descenso, habiendo quedado con la pareja cicloturista en vernos en Nuñomoral. Disfruto de una larga bajada, donde puedo pararme a contemplar el bello valle, la alquería de Carabusino y el mirador de las estrellas, en Casares de Las Hurdes. Desde allí se ven las estrellas de forma espectacular, con una atmósfera limpia y poca contaminación lumínica, al menos eso pone en Google, hubiera estado bien pasar la noche allí, pero debía avanzar.

La bajada está repleta de piscinas naturales que el Rio Hurdano llena en verano para regocijo de los habitantes y turistas. La bajada es espectacular, pero en mi cabeza ronda la idea de visitar El Gasco, con lo que sigo bajando por la carretera, dejando a mi derecha el track original, que discurre por unas pistas forestales llenas de Pinos, pero igualmente se unen en la entrada de Cerezal.

Cuando llegué a Nuñomoral, pueblo más habitado de la zona a simple vista, decido ir a Cerezal, quiero ver el pantano antes de decidir dónde dormir. La noche anterior había sido muy fría, y quería dormir calentito. Pregunto a un lugareño por donde puedo ir, y me comenta que siguiendo el camino me encontraré una fuente, que la siga y llegaré al pantano. En verdad no le hago mucho caso porque la fuente es de agua no potable, entonces me doy la vuelta y vuelvo al pueblo, encuentro una fuente de agua potable y relleno el bidón, el camelback y la ducha, es una bolsa de Decathlon con una ducha incorporada.

Mientras la lleno, se me acerca un chico de unos 25 años, sorprendido de mi carga, con una bicicleta de doble suspensión, ¡como la suya dice! Le comento mi intención de dormir en el pantano, a lo que me responde que eso lo hace mucha gente, que su tío es el guarda y que no tendré ningún problema, pero sigue sorprendido con la idea que tengo de dormir solo.

Cuando llego al pantano, precioso por cierto, lo recorro en busca de un sitio plano, con hierba y tranquilo, sólo veo zonas con coches, mosquitos y mucha gente dando paseos.

Decido pues llamar a la casa rural de Nuñomoral que tenía vista como segunda opción, pero me comenta que han cerrado, y no pueden acogerme. Regresando por el camino hacia Cerezal me topo con el Guarda, le comento mi idea y me aconseja un sitio, al lado del camino, como en un alto, que está llano, con hierba y que no tendré problema. Además, justo al lado hay un par de auto caravanas haciendo lo mismo que yo, ¡así que establezco allí mi campamento!

Después de montar la tienda, cuelgo la ducha, me remojo que ya tocaba y comienzo a preparar la cena. Ceno en un sitio espectacular, con el rio sonando de fondo, los pájaros buscando su rama para dormir, sin bichos, fresquito, descansando y disfrutando de un hotel de mil estrellas, esto señores lectores, esto, no se paga con dinero...

Después de abrigarme bien, bajo la cremallera, pongo a cargar móvil, cámaras y demás e intento dormir. Pasé una noche estupenda, pero eso ya, es para la siguiente ruta. A por cierto, estaba demasiado cansado para ir a ver El Gasco. Os lo cuento en el siguiente relato.

¡Gracias por tu lectura!

¡Un saludo!

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